No dejar a "Roma" atrás durante una pandemia, y más allá
La primera vez que conocí a romaníes en la región de los Balcanes Occidentales fue en 1999, mientras trabajaba en Montenegro. Acababa de salir de unos años difíciles en Sudán del Sur y Ruanda, y yo estaba ansioso por acercarme a casa.
Trabajaba para una ONG y pasaba mis días en el campamento de romaníes en las afueras de la ciudad de Podgorica, donde miles de personas luchaban por ganarse la vida. A pesar de las tensiones, pasadas y recientes, y la falta de muchas cosas, de alguna manera, el campamento no era un lugar triste.
Recuerdo que me sorprendió la increíble diversidad de rasgos faciales en esa comunidad, sintiéndome a veces como si estuviera en un aeropuerto internacional con gente de todo el mundo. Recuerdo que pensé que la historia de estas personas estaba en su rostro. Muchas familias tenían historias y ascendencia similares, pero otras recordaban caminos diferentes, India, Medio Oriente, norte de África.
Podía ver (figurativamente) el campamento como un lago, donde diferentes ríos habían convergido, a lo largo de los siglos; y el lago tuvo la tentación de permanecer como lago o volver a convertirse en río.
Solíamos sentarnos junto a mujeres romaníes y compartir historias. Después de un tiempo, ellas leyeron mi futuro en los posos del café y, por supuesto, esto involucró amor.
Probablemente estábamos trabajando en una evaluación de necesidades o algo así, pero solo recuerdo las dos cosas que todas las mujeres seguían mencionándome: querían mejores dientes (sus dientes se dañaron rápidamente debido a las malas condiciones de nutrición e higiene) y querían esmalte de uñas. Tenían 15, 35, 50 años y, en medio del caos y la desesperación, querían belleza y amor.
Este fue uno de estos momentos que capturó la realidad de las desigualdades: no como un concepto macroeconómico sofisticado (y lejano), sino algo que las personas experimentan como individuos, algo que les impide realizar su potencial y sus sueños, en cualquier forma y alcance.
Un año después, las volví a encontrar. En Gujarat, India, tras el devastador terremoto de 2001. Allí, son denominados localmente como "kuchis"", las tribus nómadas de India y Afganistán. Mismos rostros, mismas historias, misma música. La misma resistencia extraordinaria dentro de diferentes caos. Los primeros migrantes.
Abordando las necesidades de las comunidades romaníes más vulnerables de Serbia
Ahora vuelvo a encontrarme con familias romaníes, en Serbia, en mi puesto de Coordinadora Residente de la ONU en Serbia, durante el pico de la crisis de la COVID-19. Según los datos oficiales, hay al menos 150.000 romaníes viviendo en Serbia, aunque las cifras no oficiales apuntan a que esta cifra puede ser significativamente mayor.
Durante los primeros tres meses de la respuesta de las Naciones Unidas a la COVID-19, nuestros equipos, junto con sus homólogos del gobierno, identificaron que decenas de miles de romaníes carecían de acceso básico a agua potable y electricidad, lo que es un grave riesgo para la salud en tiempos de pandemia, lo cual supone una seria amenaza para la vida y la dignidad humana.
Evaluamos las necesidades humanitarias en 500 asentamientos romaníes deficientes (de más de 760 asentamientos estimados) y rápidamente comenzamos a actuar. En estrecha cooperación con la Cruz Roja Serbia a nivel local y muchas otras partes interesadas locales, la ONU ha proporcionado paquetes de asistencia y mensajes de salud personalizados a miles de familias romaníes en riesgo.
La ONU también puso en marcha soporte para que los niños romaníes pudieran asistir a algún tipo de educación a distancia, en comunidades donde el acceso a Internet y a la computadora es extremadamente limitado.
Ochenta y dos mediadores de salud romaníes en 70 municipios cambiaron a consultas telefónicas. En solo unas pocas semanas 'llegaron a 9.260 familias romaníes, asesoraron a más de 4.500 personas sobre medidas preventivas y remitieron a más de 100 personas a centros de despistaje de la COVID-19.
Durante un largo período de tiempo, la población romaní de Serbia ha sido descuidada a nivel estructural, lo que se ha traducido en vivienda inadecuada, un acceso desigual a la educación para los/las niños/as romaníes y una posición desigual en el mercado laboral en general.
Las comunidades romaníes se enfrentan a múltiples riesgos de discriminación y marginación: Gran cantidad de mujeres y niñas romaníes tradicionalmente se ven envueltas en matrimonios precoces, abandono social y familiar; gran número de niños romaníes se dedican constantemente a trabajos informales y peligrosos, y los desplazados internos de origen romaní se encuentran entre las personas con mayor índice de indigencia de la región. En los meses y años venideros, como respuesta a las amenazas de COVID-19 y más allá, la ONU continuará trabajando con las comunidades romaníes y asistiendo al gobierno en la adopción de políticas nacionales que estén en línea con los estándares de derechos humanos. También continuaremos trabajando en el desarrollo de capacidades de la sociedad civil romaní para una defensa y un monitoreo de los derechos humanos efectivos.
En el verdadero espíritu de No dejar a nadie atrás, es nuestro deber asegurarnos de que este grupo específico de personas obtenga un trato justo frente a la COVID-19 y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la ONU, y prospere en su propio camino. ¡Espero que tengamos éxito!
Producido por ONU Noticias. El artículo se publicó originalmente en el sitio web de ONU Noticias el 2 de agosto de 2020.