África está siendo devastada por una crisis climática que no ha provocado. La COP27 debe ayudar

Hace poco recorrí la árida tierra del noreste de Kenya y escuché desgarradores relatos de familias que han vuelto a caer en la pobreza. En toda África, se espera que la escasez de agua desplace hasta 700 millones de personas esta década. El Cuerno de África está sufriendo la peor sequía de los últimos 40 años, y más de 50 millones de personas padecen hambre, sin saber de dónde les vendrá su próxima comida.
Mientras algunas partes del continente se ven afectadas por la sequía, lugares como Sudán del Sur y mi país natal, Nigeria, están sufriendo devastadoras inundaciones repentinas que arrasan con hogares, negocios y medios de vida. Y hasta 116 millones de africanos se enfrentarán a graves riesgos por la subida del nivel del mar en esta década.
A medida que nos acercamos a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, COP27, en Egipto, estamos viviendo un tiempo prestado. Las emisiones mundiales están en niveles récord y siguen aumentando, mientras que el caos climático está causando estragos en nuestro continente.
El evento previo a la COP27 al que asistí en octubre en la República Democrática del Congo (RDC) puso de relieve las vulnerabilidades climáticas específicas de África. Pero los delegados también se centraron en las enormes oportunidades que una ambiciosa acción climática conjunta podría crear para impulsar el progreso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Y eso es lo que deberían hacer.
La República Democrática del Congo es un país que rebosa de un inmenso potencial y de soluciones climáticas innovadoras. Alberga la mayor parte de la segunda selva tropical del mundo y cuenta con importantes yacimientos de cobalto, cobre y aluminio, los minerales necesarios para las transformaciones clave que necesitamos para las energías renovables y las economías digitales. La cuenca del Congo tiene la capacidad de absorber unos 1.200 millones de toneladas de dióxido de carbono al año – lo que equivale al 4% de las emisiones mundiales.
Sin embargo, las naciones africanas no pueden luchar solas contra la crisis climática, proteger sus ricos bosques tropicales y salvaguardar su biodiversidad. La comunidad internacional debe solidarizarse con África y ayudar a proporcionar los importantes recursos necesarios. África necesita 2,8 millones de dólares de aquí a 2030 para desempeñar su papel en la limitación del calentamiento global a 1,5C y para hacer frente a los impactos del cambio climático. Sin embargo, todo el continente sólo recibió 30.000 millones de dólares de la financiación mundial para el clima en 2020.
Los ministros reunidos en la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en la República Democrática del Congo dejaron claro que los países africanos necesitan urgentemente financiación para ser resilientes y adaptarse a los efectos devastadores de una crisis que no han provocado. Pidieron a los países desarrollados que cumplieran sus promesas, empezando por la realizada en la conferencia sobre el clima de la COP26 celebrada el año pasado en Glasgow, de duplicar la financiación para la adaptación hasta alcanzar al menos 40.000 millones de dólares anuales.
El incumplimiento de los compromisos por parte de los países desarrollados no es sólo una injusticia y un fracaso de la solidaridad mundial. Contribuye a las graves tensiones y divisiones que están impidiendo la acción global en una serie de otras cuestiones, desde la paz y la seguridad hasta los derechos humanos. Como dijo el difunto arzobispo Desmond Tutu: “La exclusión nunca es el camino a seguir en nuestras sendas compartidas hacia la libertad y la justicia”.
Los países africanos necesitan el apoyo de fuentes de financiación tanto públicas como privadas, especialmente de los bancos multilaterales de desarrollo. Los países vulnerables no pueden hacer el cambio a las energías renovables y proporcionar acceso a la energía para todos a menos que estos bancos revisen sus modelos de funcionamiento. Los gobiernos son sus accionistas y deben utilizar su influencia para que los bancos den un paso adelante.
Muchos países en vías de desarrollo, entre ellos 15 de África, se ven abocados a la actual crisis del coste de la vida, al tiempo que se enfrentan a dificultades de endeudamiento o al impago. Necesitan espacio fiscal para invertir en acción climática y en los ODS}. Si bien algunos países necesitan una asistencia integral para reestructurar su deuda, la comunidad internacional también debería buscar soluciones innovadoras, como el canje de deuda por medidas de adaptación al clima y el canje de deuda por medidas de protección ambiental.
La revolución de las energías renovables en el continente africano fracasará si no se amplía el acceso a la energía. Unos 600 millones de africanos siguen sin acceso a la electricidad. Lograr el acceso universal requerirá una inversión masiva en energías renovables, creando millones de puestos de trabajo e impulsando el desarrollo económico y la prosperidad. Pero no puede aumentar la carga de la deuda de los países africanos. Los países africanos necesitan una nueva generación de alianzas con donantes, bancos multilaterales de desarrollo y financiadores privados. Las Alianzas para la Transición Energética Justa (Just Energy Transition Partnerships, en inglés) – centradas en la eliminación del carbón y la aceleración del despliegue de las energías renovables – son un modelo innovador.
La acción climática y la revolución de las energías renovables no son lujos ni extras en el continente africano. Son indivisibles de la construcción de la paz, la seguridad, la estabilidad y la prosperidad.
La propia República Democrática del Congo ha soportado casi tres décadas de conflicto y fragilidad, y hasta 5.000 niños y niñas se convierten en soldados cada año. En la República Democrática del Congo y en otros lugares, el cambio climático está exacerbando los conflictos al provocar inundaciones, deforestación y sequías, agravando la pobreza y la competencia por los recursos.
Me animó el diálogo franco entre los gobiernos en Kinshasa. Esto es crucial para crear confianza, un requisito previo para la acción climática conjunta. Pero se necesita mucho más para convertir estos murmullos de solidaridad en vientos de cambio.
Los pueblos de África necesitan actuar. En la COP27 y más allá, necesitan planes concretos para cumplir con la financiación a escala, garantizar una transición justa a las energías renovables, crear resiliencia climática y hacer frente a las pérdidas y los daños causados por esta crisis.
Amina J Mohammed es Vicesecretaria General de las Naciones Unidas y presidenta del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible.
Su artículo de opinión fue publicado originalmente en inglés por The Guardian.