Desarrollar la resiliencia de la comunidad para romper el ciclo de sufrimiento en Siria
Han pasado más de 11 años desde que una de las crisis más complejas y politizadas del mundo se desató por primera vez en la República Árabe Siria. El dolor y el sufrimiento infligidos a la población civil en estos años han sido inmensos, atrapando a millones de sirios de a pie en una prolongada emergencia humanitaria y privando a toda una generación de jóvenes de su futuro.
Cuando fui nombrado por primera vez Coordinador Residente y Coordinador de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas en Siria, hace tres años, esperaba que, a medida que la intensidad del conflicto pareciera disminuir, empezaríamos a ser testigos de una trayectoria diferente a la actual, en la que las necesidades son mayores que cuando comenzó la crisis.
Mientras nos preparamos para celebrar hoy el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria y reconocemos a la comunidad de actores que se comprometen a atender las necesidades de los vulnerables, resulta sorprendente y triste constatar que más de 14 millones de personas en Siria necesitan actualmente asistencia humanitaria. El hambre y la escasez de alimentos representan una amenaza persistente para los sirios de a pie, con casi 10 millones de personas viviendo en un estado de inseguridad alimentaria aguda en 2022. Desde hace más de una década, Siria cuenta con la mayor población de desplazados internos del mundo (internally displaced person, IDP, en inglés), muchos de los cuales se han visto obligados a huir de sus hogares en busca de seguridad y servicios básicos en repetidas ocasiones.
Cascada de crisis
Los factores que han impulsado estos niveles extremos de necesidades en Siria durante los últimos 11 años son muy variados, pero fueron desencadenados en primer lugar por la crisis que comenzó en 2011 y que se intensificó provocando la destrucción masiva de infraestructuras civiles, desplazamientos y pérdidas de vidas.
En la actualidad, las necesidades de la mayoría de los sirios de a pie no se rigen por el conflicto, sino por una prolongada crisis socioeconómica que ha dejado al 90% de la población viviendo por debajo del umbral de la pobreza.

Este deterioro económico se ha visto agravado por una serie de crisis consecutivas, como la pandemia de la COVID-19, el colapso económico del vecino Líbano y la actual guerra en Ucrania. La razón por la que el impacto de estos choques ha sido tan extremo en Siria es porque carece de las infraestructuras y servicios públicos básicos que permiten a otros países responder, adaptarse y recuperarse de tales choques.
Sin este tipo de resiliencia, la crisis económica en Siria se agravará inevitablemente y la compleja emergencia humanitaria que ya ha infligido tanto sufrimiento a la población civil crecerá año tras año. Para romper este ciclo de sufrimiento, estaba claro que teníamos que hacer algo diferente.
Fomentar la resiliencia mediante la recuperación temprana
Para el equipo de las Naciones Unidas en Siria, este cambio de dirección comenzó con un compromiso renovado de escuchar, aprender y acercarse a las comunidades a las que servimos.
Ya sea hablando con familias vulnerables durante las visitas al terreno, escuchando a los colegas sobre el terreno o debatiendo con las autoridades locales, estas conversaciones han dejado claro que para volver a encauzar las vidas y los medios de subsistencia, los habitantes de Siria deben contar con un sistema fiable de servicios públicos, apoyo e infraestructuras que los respalde.

Este enfoque inclusivo, multisectorial y de múltiples partes interesadas -programa de recuperación temprana y resiliente- ha sido el núcleo del trabajo del equipo de las Naciones Unidas en Siria durante los últimos años. A través de estos esfuerzos, hemos aprovechado nuestro acceso en el país a través de nuestra red descentralizada de oficinas y centros sobre el terreno y la fuerte presencia de organizaciones no gubernamentales nacionales e internacionales, lo que ha permitido al equipo de las Naciones Unidas acercarse a las comunidades afectadas y comprender mejor sus necesidades específicas.
Este enfoque, sin embargo, debe equilibrarse con la continuación de la asistencia para salvar vidas. Para hacer frente a la naturaleza multidimensional de la crisis en Siria, la ayuda inmediata para salvar vidas debe proporcionarse junto con otras soluciones a medio y largo plazo.
Potenciar el nexo en la práctica
El Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre Resiliencia Urbana y Rural en Siria (UN Joint Programme on Urban and Rural Resilience in Syria, en inglés) es una de las formas en que se ha puesto en práctica sobre el terreno este nexo de creación de resiliencia al tiempo que se mantiene la ayuda de emergencia.
El programa, en el que participan seis entidades de la ONU, se ha puesto a prueba en dos de las zonas más devastadas de Siria: Dara'a en el sur y Deir Ezzor en el este del país. El mes pasado llevé a un grupo de donantes a visitar algunos de estos proyectos en Deir Ezzor, una zona que ha sufrido altos niveles de inseguridad alimentaria, sequía y pérdida de producción agrícola debido a la disminución de las lluvias.
En la parte rural de Deir Ezzor, visitamos una zona conocida como "Sector 5", donde la FAO y el PMA están llevando a cabo un proyecto conjunto para rehabilitar el sistema de riego y mejorar la seguridad alimentaria. El efecto dominó de este tipo de intervención de recuperación temprana era evidente. Con sistemas fiables de gestión del agua, los agricultores pudieron restablecer su producción agrícola, producir sus propios alimentos y aumentar los ingresos familiares en los mercados locales. Hace un año y medio, las cuatro aldeas del Sector 5 dependían totalmente de la asistencia alimentaria y de las ayudas de emergencia, pero ahora esa cifra es sólo del 15%.

También en el entorno urbano, la recuperación temprana y la resiliencia ya están dando resultados visibles. Durante mis tres visitas anteriores a la calle Cinema Fouad, en el centro de Deir Ezzor, que lleva el nombre del antiguo cine que allí se ubicaba, todos los rincones de la zona estaban destruidos y no quedaba ni rastro de actividad económica o humana.
Sin embargo, en esta visita, gracias a las inversiones de nuestro Programa Conjunto en sanidad, escuelas, iluminación solar y pequeños negocios, la calle se transformó. Los restaurantes bullían, las luces estaban encendidas, la vida había empezado a volver a la ciudad. Para mí, este tipo de intervención significaba algo mucho más grande que un simple restablecimiento de la infraestructura; subrayaba una confianza en la zona y mostraba cómo la gente estaba utilizando sus propios recursos para volver, reconstruir y restablecer sus vidas aquí.

Para aprovechar estos éxitos, debemos seguir uniendo a todos nuestros asociados en torno a este enfoque de recuperación temprana y resiliencia, y garantizar que haya una financiación sostenida para satisfacer las necesidades básicas de cada persona en Siria en el futuro.
La reforma del sistema de las Naciones Unidas para el desarrollo ya ha contribuido a reforzar este entendimiento común y ha permitido al equipo de las Naciones Unidas en Siria aprovechar los conocimientos y la capacidad de cada una de las entidades de forma más coordinada y complementaria.
Con esta amplia coalición de asociados, estamos decididos a apoyar la resiliencia y crear más oportunidades para las comunidades de toda Siria que han sufrido tan profundamente.
Por Imran Riza, Coordinator Residente y Coordinador de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas en Siria.
Para saber más sobre el trabajo de las Naciones Unidas sobre el terreno, visite: syria.un.org.
















