Hagámoslo bien esta vez: Preparando los sistemas alimentarios en la estela de COVID-19
1.900 millones de personas en Asia y el Pacífico no pueden permitirse una dieta saludable.
Me sorprende la dolorosa ironía de esa estadística. La cruda humanidad de la misma.
Asia y el Pacífico es una región dinámica y próspera. ¿Cómo es posible que casi dos mil millones de personas experimenten tal inseguridad alimentaria?
Esta cifra es solo una de las conclusiones del último informe anual sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, publicado este año el 20 de enero. El informe es coeditado cada año por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), junto con UNICEF, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Los países de Asia y el Pacífico han sido, de forma consistente, las economías de más rápido crecimiento durante las últimas dos décadas. Muchos de ellos se han convertido en potencias agrícolas e industriales, sacaron a millones de personas de la pobreza y pasaron a un nivel medio bajo, medio y, en algunos casos, incluso a niveles de ingresos más altos. Mi país de origen, la República de Corea, es un ejemplo de uno de los primeros "Tigres asiáticos" que marcó esta tendencia.
Sin embargo, desde 2015, que marcó el inicio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), la incidencia de la desnutrición en la región se ha mantenido persistentemente alta.
Poco más de la mitad de los 690 millones de personas desnutridas del mundo — es decir, 350.6 millones de personas — se encuentran en Asia y el Pacífico. Se estima que 74.5 millones de niños y niñas menores de cinco años en la región padecen retraso en el crecimiento y 31.5 millones sufren emaciación. Mientras tanto, de manera contradictoria, la obesidad infantil está aumentando gradualmente.
Si bien hemos estado luchando contra todas estas tendencias, ahora nos enfrentamos a una nueva batalla para superar el impacto de la pandemia de COVID-19; y la salud y los medios de vida que se ha llevado y sigue amenazando. La pandemia ya podría haber provocado que otros 140 millones de personas se vieran forzadas a la pobreza extrema y duplicar el número de personas que enfrentan inseguridad alimentaria aguda a 265 millones en todo el mundo.
Estamos desviados en la lucha contra el hambre. No solo eso, estamos cerca de perder los logros obtenidos hasta ahora en nuestro camino hacia los ODS, en particular los ODS 1 (poner fin a la pobreza), 2 (hambre y seguridad alimentaria) y 10 (reducir las desigualdades entre países y dentro de ellos), a menos que tomemos medidas redentoras drásticas.
Un tema muy complejo
Hay suficiente comida para alimentar a todos en la Tierra. Y, de hecho, hay suficiente comida en Asia y el Pacífico para alimentar a todos en esa región.
El problema surge en cómo esos alimentos se ponen a disposición de las personas. Los alimentos deben cultivarse, cosecharse, empaquetarse, enviarse, almacenarse, distribuirse y venderse. Mucho de esto tiene que suceder antes de que la comida se eche a perder. Toda la infraestructura y el trabajo que hace que esto sea posible se denomina "sistema alimentario".
Las cargas derivadas de la desnutrición en la región son el resultado de nuestra incapacidad para dirigir nuestros sistemas alimentarios para proporcionar suficientes nutrientes a las personas, especialmente a madres, niños y niñas.
En cambio, estos sistemas alimentarios a menudo proporcionan “calorías baratas”, alimentos que son económicos pero no nutritivos. Para empeorar la situación está la rápida urbanización de la región y el aumento del consumo de alimentos procesados y de conveniencia—irónicamente, impulsados por la prosperidad de la región. Se hace necesario, por tanto, que las dietas saludables sean vistas como una prioridad tanto por el lado de la oferta (producción) como por el lado de la demanda (consumo).
El hallazgo del informe de que las dietas saludables no son asequibles para la mayoría en Asia y el Pacífico es aún más discordante, dado que los mayores productores mundiales de algunos productos básicos clave—arroz, legumbres, semillas oleaginosas, mijo, azúcar, leche, frutas y verduras, pescado, huevos— provienen de esta región. Sin embargo, la mayoría de las personas en Asia y el Pacífico no pueden pagar estos alimentos nutritivos.
Una transformación de los sistemas alimentarios
Un sistema alimentario sostenible y sensible a la nutrición es esencial para producir alimentos diversos y nutritivos para dietas saludables. Si bien la transformación completa requerirá tiempo e inversión, algunas de las soluciones son simples y los países pueden implementarlas fácilmente.
- Las eficiencias mejoradas, como la reducción de las pérdidas y el desperdicio de alimentos, en particular de productos perecederos, pueden reducir los costos de los alimentos esenciales y hacerlos más asequibles.
- La mejora de la seguridad alimentaria en los mercados de alimentos frescos y callejeros permite acceder a dietas higiénicas y saludables. Se puede regular o contratar al sector privado para reducir la grasa, la sal y el azúcar en los alimentos, especialmente los que se venden a los consumidores jóvenes con la finalidad de frenar la obesidad y el sobrepeso.
COVID-19 ha conmocionado y herido al sistema alimentario. Tenemos la oportunidad de reconstruir de manera más saludable incluso mientras apoyamos a aquellos que han soportado la peor parte. Pero mientras lo hacemos, asegurémonos de hacerlo bien esta vez.