El espíritu del voluntariado en Indonesia cobra vida durante el mes sagrado del Ramadán

Cuando un terremoto de magnitud 7,5 arrasó Palu, en Sulawesi Central, en septiembre de 2018, dos recuerdos afloraron para Moh. Tofan Saputra. Él recordó haber visto en la televisión las imágenes del tsunami del océano Índico de 2004, en el que murieron cerca de 230.000 personas. También recordaba cómo, cuando era estudiante de secundaria, las aguas de la inundación habían anegado la casa de su familia, destruido el negocio de sus padres y puesto en pausa su educación.
Esos recuerdos movieron a Tofan, que entonces tenía 24 años, a viajar desde Luwuk, a unas 12 horas de trayecto, para ayudar a los habitantes de Palu tras el terremoto. “Teníamos mucho pánico por el bienestar de nuestros seres queridos. No podíamos ponernos en contacto con ellos porque no había conexión telefónica ni electricidad”, dice Tofan respecto a las consecuencias inmediatas del desastre que mató a más de 4.300 personas.
A través de una organización local, se unió a los esfuerzos de distribución de alimentos de emergencia, ayudó a reunificar a los niños y niñas perdidos y separados de sus familias, y organizó servicios de apoyo psicológico para los que estaban en estado de shock. En un entorno en el que los saqueos habían contribuido a crear una atmósfera de desconfianza, la comprensión de Tofan de la dinámica de la comunidad local resultó fundamental: “el enfoque comunitario es muy importante, y el papel del voluntario es promover la inclusión social entre las víctimas”, afirma.
El espíritu del “Gotong Royong”
En Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, millones de voluntarios como Tofan encarnan los valores de la generosidad y la compasión a través de las misiones que llevan a cabo, los mismos valores que destaca el mes sagrado del Ramadán. En una importante encuesta publicada en 2018, se informó de que alrededor del 53% de los indonesios dijeron que habían ofrecido su tiempo como voluntarios a una organización durante el mes anterior. De hecho, la tradición indonesia de servicio a la comunidad es tan importante que se denomina con un término específico: Gotong royong, que significa “ayuda mutua”, o “asistencia mutua”.

El espíritu de voluntariado de Indonesia encuentra eco en muchos otros países. El informe insignia del programa de Voluntarios de las Naciones Unidas (VNU), sobre el estado del voluntariado en el mundo 2022, se basa en estudios de caso de varios continentes para explorar cómo la cooperación entre los voluntarios y los gobiernos puede contribuir a construir sociedades más igualitarias e inclusivas. El informe estima que 862 millones de personas son voluntarias cada mes en el mundo, es decir, una de cada siete personas. Su contribución forma parte del nuevo contrato social que, según el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, debe construir el mundo para hacer frente a la doble crisis de la COVID-19 y la emergencia climática.
Situada a lo largo del Cinturón de Fuego del Pacífico, Indonesia es uno de los países más propensos a los desastres del mundo. En 2021, unos 3.034 desastres afectaron a 8,3 millones de personas, según la Agencia Nacional de Mitigación de Desastres de Indonesia. Los desastres, incluida la pandemia de COVID-19, retrasan la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y agravan las desigualdades preexistentes.
Las Naciones Unidas apoyan todos los aspectos de los esfuerzos del Gobierno de Indonesia en lo concerniente a las respuestas en casos de desastre. En 2021, ese apoyo incluyó la formación de un grupo de trabajo sobre temas relacionados a los suministros de oxígeno, con la finalidad de coordinar la respuesta a los problemas relacionados con la escasez de oxígeno durante el aumento de infecciones y muertes por la COVID-19 en Indonesia. A menudo son los voluntarios los que están al frente de la respuesta en casos de desastre.
Tras la erupción del monte Semeru el 4 de diciembre de 2021, que causó la muerte de más de 50 personas y el desplazamiento de otras 10.000 en la regencia de Lumajang (Java Oriental), la comadrona Restu Nur Intan Pratiwi, de 25 años de edad, fue una de las centenares de habitantes que acudieron a ayudar a la regencia. Condujo 90 minutos desde su casa en la ciudad de Jember tras buscar en Internet oportunidades de voluntariado en la zona.
En Lumajang, Restu pronto se dio cuenta de que los servicios de apoyo existentes no atendían las necesidades específicas de las mujeres, “como por ejemplo el suministro de compresas menstruales o de leche y vitaminas especiales para las embarazadas”. A través de una organización de voluntarios llamada Relawan Negeri, empezó a hacer revisiones médicas a las embarazadas en los refugios de emergencia. También coordinó con un hospital local para organizar el acceso gratuito a servicios de ecografía.
Las intervenciones sensibles al género, como las realizadas por Restu, son vitales para reconstruir de forma sostenible después de un desastre, pero pueden verse inhibidas por la dinámica desigual de género dentro del voluntariado. Por ejemplo, los hombres son más propensos a participar en el voluntariado formal, mientras que las mujeres son más propensas al voluntariado informal, que tiende a tener un estatus más bajo, atrae menos reconocimiento y recibe menos apoyo práctico que el voluntariado formal. El informe sobre el estado del voluntariado en el mundo aconseja a los responsables políticos que adopten medidas que tengan en cuenta el género y que puedan optimizar la participación de las mujeres, por ejemplo, garantizando su acceso a los procesos de toma de decisiones.

En Indonesia, Gotong Royong es una filosofía ancestral y su espíritu se remonta a generaciones atrás. Pero desde 2004 el Ministerio de Asuntos Sociales indonesio ha formalizado el voluntariado en el país mediante la creación del llamado "Taruna Siaga Bencana", o TAGANA [término que designa a los trabajadores sociales voluntarios formados o a los trabajadores sociales de base comunitaria que participan de forma activa y solidaria en las tareas de ayuda tras una catástrofe]. A finales de 2020, había más de 39.000 TAGANA en Indonesia, con otros 63.000 “amigos de TAGANA” en profesiones como el periodismo, las artes y la sociedad civil.
En 2021, la ONU se asoció con la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja para desarrollar módulos de formación en línea para TAGANA, incluyendo un marco de desarrollo de capacidades basado en la competencia que hace hincapié en la inclusión de género en la asistencia humanitaria.
Twi Adi, un voluntario de 38 años de Malang, Java Oriental, es TAGANA desde 2006. Ha participado en varias actividades de respuesta a emergencias, incluso tras la erupción del Monte Semeru en diciembre de 2021. El Ministerio de Asuntos Sociales proporciona a TAGANA una pequeña asignación, pero Twi dice que los beneficios del voluntariado van mucho más allá de la remuneración monetaria. “Me encanta ayudar a los demás y marcar la diferencia a nivel comunitario”, dice, “no soy rico, pero puedo dar mi tiempo y energía para mi comunidad”.
Este blog fue escrito por Valerie Julliand, la Coordinadora Residente de las Naciones Unidas en Indonesia, y Toily Kurbanov, Coordinador Ejecutivo de los Voluntarios de las Naciones Unidas. Una versión de este artículo se publicó originalmente en el Jakarta Post, y en UN News. Para saber más sobre el trabajo de las Naciones Unidas en Indonesia, visite Indonesia.un.org.