África y la crisis de Ucrania: Convertir las amenazas en oportunidades

La crisis ucraniana puede suponer una amenaza para la seguridad alimentaria y el nivel de vida en África, pero también podría ofrecer incentivos para impulsar el comercio intraafricano. Estos fueron los mensajes clave de Hanan Morsy, Secretaria Ejecutiva Adjunta y Economista Jefa de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA), durante una reciente presentación en línea ante más de 100 funcionarios de las Naciones Unidas de todo el continente. Numerosos Coordinadores Residentes de las Naciones Unidas aportaron sus observaciones en función de las experiencias de trabajo sobre el terreno.
La Sra. Morsy también destacó los efectos potencialmente disruptivos del aumento de los precios de los alimentos y del petróleo debido a la guerra. El aumento de los precios del petróleo afectará probablemente a los ciudadanos de todo el mundo, aunque podría suponer una oportunidad especial para los exportadores. Ante el aumento de los precios de la energía y los alimentos, pidió que se refuercen las redes de seguridad social y económica.
Se prevé que la tasa de crecimiento del producto interior bruto (PIB) de África se reduzca en un 0,7% debido a las consecuencias de la guerra. Se espera que la inflación aumente un 2,2% más. Esto probablemente aumentará tanto la inseguridad alimentaria como la pobreza. “Incluso antes de la crisis de Ucrania, la pandemia de la COVID-19 ya había provocado la peor recesión económica en medio siglo en toda África, con una contracción del PIB real del 3% en 2020”, señaló Morsy.
Elena Panova, Coordinadora Residente de las Naciones Unidas en Egipto, “la pandemia del COVID-19 revirtió los logros alcanzados con tanto esfuerzo en la reducción de la pobreza en África, empujando a 47 millones de personas a la pobreza extrema, aumentando el número de nuevos pobres en 55 millones, y añadiendo 46 millones de personas a quienes corren el riesgo de padecer hambre y desnutrición”, añadió.
Ucrania y Rusia son los principales proveedores mundiales de productos agrícolas, fertilizantes y energía. Juntos representan más de la mitad del aceite de girasol del mundo, un tercio de la producción de trigo y una quinta parte del maíz, señaló Morsy.
Los precios mundiales de los alimentos alcanzaron en marzo el nivel más alto de los últimos 14 años, según las cifras del TCE. Los precios del petróleo se han disparado a sus niveles más altos desde 2008. Los precios de los fertilizantes también se han disparado.
La mayoría de los hogares africanos gastan la mayor parte de sus ingresos en alimentos, en mayor medida que en cualquier otra parte del mundo. Es probable que el aumento de los precios de los alimentos reduzca el nivel y la calidad de vida. Deben tomarse medidas para ayudar a las personas más vulnerables a sobrellevar la crisis, argumentó Morsy.
El acuerdo de la Zona de Libre Comercio Continental Africana, recientemente lanzado, podría ayudar a los países a adaptarse. Deberían “aprovechar al máximo” las ventajas de la Zona de Libre Comercio Continental Africana para impulsar el comercio intrarregional de productos agrícolas y alimentarios, bienes industriales y servicios “para crear resiliencia frente a las crisis externas y volver a encarrilar la recuperación de África frente a la COVID-19”, dijo Morsy.
“Muchos de estos productos [actualmente importados de Ucrania y Rusia] pueden encontrarse en otros países africanos”, dijo Siaka Coulibaly, Coordinador Residente en Senegal. Pidió reformas estructurales en la agricultura para promover la industrialización.
Aunque la cantidad total de comercio entre los dos países en guerra y África es relativamente baja, “la cuestión aquí es la concentración”, dijo Morsy. “Las importaciones africanas procedentes de Rusia y Ucrania se concentran en unos pocos productos y países”. Señaló que las Naciones Unidas pueden ayudar a las naciones africanas a responder, en parte, realizando evaluaciones rápidas de los efectos de la crisis sobre las personas más vulnerables.

Diez países africanos dependen en gran medida de las importaciones de alimentos, sobre todo de trigo y maíz, procedentes de Ucrania y Rusia. Se trata de: Egipto, Etiopía, Kenya, Libia, Marruecos, Nigeria, Senegal, Sudáfrica, Sudán y Túnez. “Es importante recordar que estos 10 países constituyen la mitad de la población de África y dos tercios del PIB del continente”, dijo Morsy. “Aunque solo sean 10 países, hay implicaciones significativas para África en su conjunto, incluyendo los riesgos inminentes en materia de seguridad alimentaria”.
Entre 2018 y 2020, el 80% de las importaciones de trigo de Egipto procedían de Ucrania y Rusia, según Elena Panova, la Coordinadora Residente para dicho país. En marzo, el gobierno fijó los precios del pan no subvencionado como respuesta de emergencia a un repunte de la inflación. Los dirigentes introdujeron otras medidas para mitigar el impacto económico de la guerra en Ucrania, incluida la asignación de 148 millones de dólares para cubrir a 450.000 nuevas familias en el marco de los programas de la red nacional de seguridad social.
La seguridad alimentaria está en el punto de mira en Angola, señaló Zahira Virani, la Coordinadora Residente en ese país. Las provincias del suroeste están viviendo la peor sequía de las últimas cuatro décadas, que afecta a unos cinco millones de personas, alrededor del 15% de la población, según el Programa Mundial de Alimentos. A pesar de una campaña de diversificación para reducir la dependencia de las importaciones de alimentos, el importe del trigo procedente de Rusia aumentó de 45 millones de dólares en 2020 a 65 millones de dólares el año pasado.

Los mismos factores que ejercen presión sobre los presupuestos familiares afectarán también al sector público, en particular en los 43 países africanos que son importadores netos de energía y alimentos. Por lo tanto, estos países deberán monitorear sus balances de cuenta corriente. Un puñado de países exportadores netos de energía se beneficiará de los ingresos adicionales. Estos países deberían usar esta ganancia inesperada para fortalecer su resiliencia, sugirió la Sra. Morsy.
Los equipos de las Naciones Unidas sobre el terreno pueden utilizar las lecciones aprendidas de sus respuestas a la pandemia de COVID-19 para ayudar a los gobiernos africanos a desarrollar la resiliencia de los países y acelerar la recuperación, a fin de poder hacer frente a las consecuencias de la crisis de Ucrania. Las Naciones Unidas están bien equipadas para realizar evaluaciones rápidas del impacto de esta crisis en las personas más vulnerables y continuar apoyando la implementación de reformas sociales y económicas a nivel de país.
Escrito por Hiroyuki Saito, Oficial Regional de Comunicaciones para África, Departamento de Comunicación Global de las Naciones Unidas (DCG)/Oficina de Coordinación del Desarrollo (OCD) de las Naciones Unidas.