En Jamaica, los agricultores encuentran formas eficaces de hacer frente a un clima cambiante

Son las 9 de la mañana y el distrito rural de Mount Airy, en el centro de Jamaica, ya está abrasador. Mientras los coches circulan por las carreteras sin asfaltar de la región, las nubes de polvo marrón chocolate surgen detrás de las ruedas traseras.
Es aquí, a 50 kilómetros al oeste de Kingston y a 500 metros sobre el nivel del mar, donde el grupo de agricultores de Mount Airy celebra una reunión matinal.
Hay unas dos docenas de personas y todas dicen lo mismo: están luchando por mantener la productividad de sus parcelas en medio de la disminución de las lluvias, un subproducto del cambio climático.
“El tiempo aquí es mucho más seco durante más tiempo estos días”, dice Althea Spencer, la tesorera del grupo de agricultores de Mount Airy, cuya sede está en el norte de Clarendon. “Si no tienes agua, no tiene sentido plantar semillas porque simplemente morirán”.

Sin embargo, los agricultores han recibido recientemente una ayuda en su búsqueda de agua. A pocos metros de donde están reunidos se encuentra un cobertizo de dos plantas con un tubo de desagüe en el tejado que canaliza el agua de lluvia hacia un depósito alto y negro. Es uno de los más de dos docenas de depósitos que ahora están distribuidos en estas montañas.
Estos grandes tanques negros, que se visualizan como torres en las cimas de las colinas, recogen y almacenan las precipitaciones, lo que permite a los agricultores utilizarlas uniformemente mediante un sistema de riego por goteo. Esto reduce la amenaza emergente de periodos de sequía más largos e intensos.

Estos sistemas de recogida de agua forman parte de un programa respaldado por las Naciones Unidas en el que los agricultores de Mount Airy se inscribieron en 2018 para aumentar su resiliencia frente al cambio climático, la pobreza, la inseguridad en materia de los recursos hídricos y otras amenazas.
Este programa está considerado como el primer programa conjunto de las Naciones Unidas en Jamaica, que combina los recursos de diferentes entidades de la ONU, como el PNUMA, el PNUD, la FAO, la OPS/OMS y ONU Mujeres.
El nuevo sistema de riego también libera a los agricultores de regar sus cultivos a mano. "Antes de que tuviéramos el nuevo sistema, había que predecir las lluvias para colocar las semilleras", dice Althea, con un bolígrafo cuidadosamente colocado en el cabello y sus pies moviéndose sobre la tierra calcinada por el sol. "Se siente muy bien. Me permite tener más tiempo para hacer las tareas domésticas, llevar los registros de la granja y tengo tiempo para bajar al mercado".
Junto a los tanques se encuentran los bidones que mezclan el fertilizante con el agua y lo distribuyen uniformemente entre los cultivos, lo que ahorra a los agricultores un tiempo valioso. El abono soluble es también más barato que los fertilizantes estándar.
Además, el sistema de riego mejora el rendimiento. Ahora Althea cultiva y vende más batatas, pimientos y tomates que nunca.

Junto con los depósitos de agua, el programa también ha dado prioridad a la educación. Los seminarios son impartidos por la Autoridad de Desarrollo Agrícola Rural, una agencia gubernamental, cuyo objetivo es ampliar los conocimientos y las habilidades de los agricultores.
Aunque no es raro que las mujeres cultiven estas tierras, Althea habla de cómo las formaciones han contribuido a empoderar a los miembros femeninos del grupo al acudir juntas. "Para mí, los aprendizajes y las formaciones nos unen a las mujeres", dice.
Toda una vida en el campo
De vuelta a la reunión de los agricultores de Mount Airy, los reunidos rezan algunas oraciones y repiten su mantra en voz alta dos veces: "Somos el Grupo de Agricultores de Mount Airy nuestro lema es: Todos crecemos en el miedo y el fracaso rindiendo frutos de confianza y éxito".
Althea, que tiene unos 40 años, es una activa participante en la reunión y, sin duda, es muy apreciada.
Nació en Mount Airy y ha cultivado estos terrenos la mayor parte de su vida. Tiene vívidos recuerdos de haber trabajado en la granja de su padre cuando era niña. Al no poder permitirse pagar a nadie más, a menudo la sacaba de la escuela para que sembrara y cosechara los campos.
Ese es un argumento común entre muchos de los que crecieron en Mount Airy – y uno que el nuevo programa de las Naciones Unidas apunta a cambiar.
“Si mi padre hubiera tenido este sistema de cosecha, ¿hubiera yo ido más a la escuela?”, se pregunta Althea. “Sí, probablemente. Pero incluso entonces, él siempre estaba trabajando con nosotros. Así que estoy segura de que habría encontrado algo que hacer para nosotros”, dice riendo.

Althea agradece la introducción de los tanques de agua. Sin embargo, dice que los actuales patrones de lluvia hacen que a veces el agua se siga agotando. "Si no se gestiona bien el agua, se acabará antes de llegar a ninguna parte", dice de forma ominosa.
Su historia de éxito demuestra que enfrentarse a un clima cambiante requiere esfuerzos conjuntos e inversiones continuas durante los próximos años.
"Esta asociación entre las Naciones Unidas y con las comunidades es exactamente el tipo de actividad que se necesita para hacer frente a los impactos cotidianos y prácticos del cambio climático”, afirma Vincent Sweeney, Jefe de la Oficina Subregional del Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). "Al mirar hacia el futuro tras la Conferencia sobre el Cambio Climático de Glasgow, es vital que nos adaptemos a las nuevas realidades de un planeta más cálido para proteger las vidas y los medios de subsistencia en Jamaica y el Caribe”.
De hecho, los agricultores de Jamaica, una nación insular de 3 millones de habitantes, son especialmente vulnerables al cambio climático. En 2020, Jamaica se convirtió en el primer país caribeño en presentar un plan de acción climática más estricto a las Naciones Unidas porque el país corría el riesgo de sufrir huracanes más intensos, la elevación del nivel del mar y una tendencia a la sequía en gran parte de la isla, según declaró su Gobierno.
El desafío no es exclusivo de la región. Las sequías, las inundaciones y la propagación de plagas, subproductos del cambio climático, amenazan la producción agrícola en todo el mundo, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Los pequeños agricultores, que trabajan en más del 80% de las granjas del mundo, necesitarán apoyo para seguir siendo resilientes ante el cambio climático. El informe 2021 del PNUMA sobre la brecha de adaptación pedía un aumento urgente de la financiación para la adaptación al clima.
Acerca del Programa de Fortalecimiento de la Resiliencia Humana: El Programa de Fortalecimiento de la Resiliencia Humana en Clarendon Norte y Kingston Oeste ha sido un programa conjunto de las Naciones Unidas de varios años de duración financiado por el Fondo Fiduciario para la Seguridad Humana de la ONU. En colaboración con el Gobierno de Jamaica, el programa ha sido ejecutado conjuntamente por cinco entidades de la ONU: el PNUD, la FAO, el PNUMA, la OPS/OMS y ONU Mujeres. El programa fue creado para mejorar la resiliencia humana de las comunidades locales, al tiempo que busca integrar el enfoque de la seguridad humana en las estrategias de desarrollo y apoyar la mejora del marco político y normativo en la gestión de los recursos hídricos.
Esta es una versión adaptada de un artículo publicado originalmente en el sitio web del PNUMA y escrito por Thomas Gordon-Martin, de la Oficina Subregional del Caribe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Editado y traducido por la Oficina de Coordinación del Desarrollo de las Naciones Unidas.
Para más información sobre el trabajo de las Naciones Unidas en Jamaica, visite: Jamaica.un.org.