Kazajstán: Despejar las sombras de la apatridia

Hace varios años, Zukhra* y su hijo mayor cruzaron ilegalmente la frontera entre Uzbekistán y Kazajstán junto con una docena de lyulis – personas de la comunidad romaní que viven en Asia Central. Según ella, todo el grupo pudo entrar con un solo pasaporte.
Cuando llegó a Kazajstán, dio a luz a otra niña. La familia de Zukhra, al igual que otras personas vulnerables que migran por Asia Central, atravesó tiempos difíciles y al principio se vio obligada a mendigar en la calle para sobrevivir. Varios años después, Zukhra conoció a un nuevo asociado y tuvo dos niños y niñas más. Al vivir como apátrida indocumentada, no pudo registrar sus nacimientos, lo que les dejó sin nacionalidad. La familia vive ahora por debajo del umbral de la pobreza, y los niños y niñas han crecido en condiciones insalubres y en una casa sin gas ni agua.

En un limbo legal
Roza*, de etnia kazaja y nacida en Uzbekistán, se trasladó a Kazajstán en 2011 en busca de trabajo y acabó casándose y estableciéndose allí. Al igual que miles de kazajos que regresaron a su patria histórica en los años posteriores a la independencia de Kazajstán, Roza trató de obtener allí un estatus legal. Creyendo que era un paso necesario para iniciar el proceso, renunció a su ciudadanía uzbeka. Acabó perdiendo su ciudadanía antes de obtener una nueva, convirtiéndose en una apátrida indocumentada, atrapada en el limbo legal.
Al vivir como apátrida indocumentada, Roza no pudo registrar oficialmente su matrimonio con su marido, de nacionalidad turca, ni inscribir a sus niños y niñas. Los impredecibles y escasos ingresos de la familia procedían de los trabajos esporádicos que Roza y su marido se esforzaban por encontrar.
Al carecer de documentos de identidad, la hija de Roza tampoco podía matricularse formalmente en la escuela local. "No hay pruebas de que sea una estudiante del sistema escolar. Es como si no existiera", dijo Roza.
Apatridia en Kazajstán
Se sabe que más de 100.000 personas son apátridas en Asia Central. La mayoría de ellas son antiguos ciudadanos de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que aún no han adquirido o confirmado la ciudadanía de los nuevos Estados independientes.
En Kazajstán hay cerca de 8.000 personas declaradas apátridas o en riesgo de serlo, pero las cifras reales pueden ser aún mayores. Mientras que los apátridas documentados tienen un certificado del gobierno que les permite permanecer en el país y acceder al trabajo, a los servicios públicos y a la sanidad, los apátridas indocumentados, como Zukhra y Roza, se encuentran entre los grupos más vulnerables, ya que carecen de estatus legal y no tienen acceso a la mayoría de los derechos socioeconómicos y son y son "invisibles" para las autoridades: es como si no existieran.
En Kazajstán, UNICEF y ACNUR, junto con el equipo de las Naciones Unidas en el país, y asociados entre los que se encuentra la Unión Europea, han estado ayudando a las autoridades kazajas y a los servicios sociales a identificar y documentar a las personas con ciudadanía indeterminada.
El programa conjunto de UNICEF con la Unión Europea ha contribuido a promover un mayor diálogo entre los gobiernos de los países de Asia Central y las organizaciones independientes de derechos humanos. Según Arthur van Diesen, Representante de UNICEF en Kazajstán, este ha sido un paso clave para ayudar a fortalecer los sistemas de intercambio de información entre países para rastrear el paradero de los miembros de la familia y su reunificación, los niños y niñas apátridas, y supervisar la situación de los niños y niñas migrantes.
"Durante los procesos migratorios deben protegerse los derechos de todos los niños y niñas. Es importante recordar que los niños y niñas migrantes son, ante todo, niños y niñas".

"Tiene familia aquí. Esperamos que, tras recibir el estatus de apátrida, Zukhra solicite la ciudadanía de Kazajstán. Y entonces podremos asistirla con el trámite de registro", dice Raushan Khudayshukurova, representante de ‘Sana Sezim’, una ONG y Centro Jurídico para Iniciativas de Mujeres, que trabaja en estrecha colaboración con UNICEF y ACNUR para apoyar a los niños y niñas apátridas en los procesos de migración.
‘Sana Sezim’ también ayudó a Roza a solicitar los certificados de nacimiento de todos sus niños y niñas. Ella recibió dicha documentación en agosto de 2022. También recibió los documentos de identidad que la reconocen como apátrida según la legislación kazaja, lo que le permite acceder a servicios médicos, abrir su propia cuenta bancaria y avanzar hacia la obtención de la nacionalidad.
"Estaba en estado de shock", dice al recordar ese momento. "Me di cuenta de que por fin tenía documentos... Ahora soy una persona de pleno derecho, puedo hablar. Puedo defenderme y vivir sin miedo por mí y por mis niños y niñas".
*Se han cambiado los nombres para proteger las identidades.
La historia se basa en artículos publicados por las Naciones Unidas en Kazajstán y UNICEF en Europa y Asia Central.
Para saber más sobre la labor de las Naciones Unidas en Kazajstán, visite: kazakhstan.un.org.
















