Un día, hace algunos años, el jefe Egunu Williams acababa de volver a casa de su granja en el sur de Nigeria cuando un hombre de una comunidad cercana llegó pidiendo un préstamo.
El hombre necesitaba dinero para el tratamiento de su hermano enfermo. El jefe Egunu le concedió un préstamo de 35.000 nairas, unos 90 dólares.
Meses más tarde, el jefe Egunu visitó al hombre para que le devolviera el préstamo, pero en su lugar le hicieron una oferta que le resultaba demasiado familiar—en lugar del dinero, marcharse con Ann (nombre ficticio), de 13 años, la hija del hermano enfermo. Ann llevaba muchos años viviendo con su tío.
Pensando que era una oferta justa, el jefe Egunu aceptó casarse con Ann a cambio del dinero que le debían. Varios días después, la pequeña Ann fue llevada a su nuevo hogar.
UNICEF informa de que más del 40% de las niñas de Nigeria se casan antes de cumplir los 18 años. Una de las razones de la elevada tasa de matrimonios infantiles es la antigua tradición “Money Woman” ("mujer-divisa" o "mujer de dinero", en español), en la que una chica se compromete con un hombre a cambio de una suma de dinero o para compensar un préstamo.
“La tradición viene de nuestros antepasados”, dice el jefe Egunu, de 65 años. “Mi padre, mi tío y mis hermanos también la practicaban”. Explica que hay consecuencias sociales e incluso “espirituales” que debe pagar cualquier chica o familia que se niegue a ese arreglo.
“Ann era demasiado joven y se casó contra su voluntad, era infeliz”, recuerda ahora el jefe Egunu. Ann nunca volvió a la escuela, y en su lugar se unió a su marido en la agricultura. Tuvieron un hijo y luego otro.
Un cambio de sentir
El año pasado, otro jefe de aldea asistió a unas reuniones para conocer los perjuicios del matrimonio infantil. Las reuniones fueron organizadas por la Iniciativa Spotlight de la UE/ONU y llevadas a cabo por una ONG llamada Centro de Liderazgo, Estrategia y Desarrollo (Centre for Leadership, Strategy & Development, Centre LSD, en inglés). El otro jefe fue una de las más de 1.000 personas a las que se llegó en 2020, y él se convirtió en un defensor.
Habló largo y tendido con el jefe Egunu, diciéndole que “nuestros descendientes no reciben formación en la escuela porque los hombres están ahorrando dinero para casarse con "mujeres de dinero" en lugar de (invertir en) formar a los hijos e hijas que ya tienen”.
Fue una lección dolorosa para el jefe Egunu. Tras siete años de matrimonio, devolvió a Ann a sus padres. Al principio, los padres temían que el jefe Egunu pidiera un reembolso. Pero no lo hizo.
Algunos continúan con la práctica de las "mujeres-divisa", y aunque algunas supervivientes como Ann han podido volver a casa, muchas siguen atrapadas. El Consejo de Jefes impone ahora multas para disuadir a los miembros de la comunidad de participar en la práctica, y la labor de educación pública continúa.
Estos esfuerzos son ahora más necesarios que nunca. La pandemia del COVID-19 ha hecho que hasta 10 millones de niñas más corran el riesgo de contraer matrimonio infantil en todo el mundo, según UNICEF. En una declaración firmada por la directora ejecutiva Henrietta Fore, el organismo afirmó: “Las escuelas cerradas, el aislamiento de los amigos y de las redes de apoyo, y el aumento de la pobreza han echado más leña al fuego, que el mundo ya estaba luchando por apagar”.
En cuanto a Ann, ahora tiene 20 años y está feliz de volver a casa y ansiosa por regresar a la escuela. El jefe Egunu ha prometido pagarle los estudios y mantener a sus dos descendientes.
Generaciones de pobreza
Leyenda: Ifuoma junto a otros compañeros de clases.
La tradición de las "mujeres-divisa" contribuye a encerrar a muchas familias en generaciones de pobreza. Pero esa no es la única razón por la que las familias se vuelven pobres y permanecen así.
Veamos la historia de Ifuoma Oga. Nacida de una madre adolescente que no podía cuidar de la niña, Ifuoma fue enviada a otro estado a vivir con un pariente. Con el tiempo, la inscribieron en la escuela primaria y la obligaron a vender cacahuetes para ayudar a mantener a la familia.
Un día, en tercer grado, fue atropellada por un coche mientras vendía cacahuetes en la calle. Le tuvieron que amputar la pierna. Tardó dos años en aprender a caminar con muletas.
“Lo más triste para mí fue no poder continuar con mi educación durante mucho tiempo”, dice Ifuoma, que ahora tiene 20 años. “Perdí el contacto con las aulas, no veía a mis amigos y siempre me daba vergüenza salir porque la gente a menudo se me quedaba mirando”. Al recordar esa época, baja la cabeza apenada.
Ifuoma se sentía aislada. Pero, por desgracia, no es la única que se siente aislada. UNICEF informa de que casi el 50% de los 93 millones de niños y niñas discapacitados del mundo no están escolarizados. La tasa de no escolarización de los niños y niñas sin discapacidades es del 13%.
Privados de una educación, los niños y niñas con discapacidades tienen menos probabilidades de prosperar como adultos. Tienen menos probabilidades de conseguir un trabajo que les llene el bolsillo o el corazón. Menos probabilidades de ser tenidos en cuenta en la política gubernamental o para recibir atención cuando, por ejemplo, se produce una pandemia. Invisibles o rechazados por la sociedad en general.
Este era el camino en el que Ifuoma se sentía.
Un cambio de destino
Un día del año pasado, unas personas llegaron a su comunidad, yendo de puerta en puerta para anunciar un nuevo programa llamado de educación acelerada como segunda oportunidad (“Accelerated Second Chance Education”, en inglés), patrocinado por la Iniciativa Spotlight de la UE y la ONU. El proyecto es muy necesario en Nigeria, donde, según UNICEF, viven 1 de cada 5 niños y niñas sin escolarizar del mundo. Por ejemplo, más de 10 millones de niños y niñas de 5 a 14 años no están escolarizados.
Ifuoma fue acogida en el programa y se graduó en marzo de 2021. Es una de las más de 6.000 personas que se han beneficiado del proyecto educativo en los países donde se lleva a cabo.
Entre otras asignaturas, Ifuoma estudió inglés. Cuando está con sus amigos, Ifuoma normalmente permanece callada, insegura de su capacidad para expresarse en inglés. “Estoy luchando con la ortografía, pero seguro que mejoraré”, dice. Entre las clases de inglés y los cursos de habilidades para la vida y de salud, y sobre derechos sexuales y reproductivos, dice, “yo fui capaz de, gradualmente, ir desarrollando mi confianza”.
Esa confianza es un estímulo importante para Ifuoma y otras personas como ella, que tan a menudo son vistas como prescindibles o sólo como una fuente de ingresos para la familia. Sin embargo, el problema sobre pasa a lo que pueda experimentar cualrquier familia, la cual puede ser tan pobre como para sentir que no tiene otra opción que poner a una niña a trabajar o venderla en matrimonio.
El problema requiere grandes cambios en los sistemas de educación, trabajo y servicios sociales.
Ifuoma desea que el gobierno pueda proporcionar una mejor educación a más niños y niñas con discapacidades, personas que, como ella, podrían estar mejor si no fuera por un accidente de coche u otro mal giro de la rueda del destino.
Historia escrita por Judith Owoicho, ONU Nigeria, y Concilia Ifeanyi, ONU Nigeria. Apoyo editorial de Paul VanDeCarr, Oficina de Coordinación del Desarrollo. Para más información sobre el trabajo de las Naciones Unidas en Nigeria, visite Nigeria.UN.org. Para saber más sobre los resultados de nuestro trabajo en este ámbito y en otros, visite el informe de la presidenta del GNUDS sobre la OCD.
Entidades de la ONU involucradas en esta iniciativa