Los refugiados confeccionan mascarillas para sus comunidades en Irán

Roya coloca la tela blanca bajo la aguja y pisa el pedal de su máquina de coser, dando los últimos toques a la máscara que está fabricando. A su alrededor, numerosas filas de otros refugiados también están fabricando máscaras–una protección muy solicitada y necesaria debido a la implacable pandemia de la COVID-19. La República Islámica de Irán sigue luchando contra el nuevo coronavirus, con medidas sanitarias renovadas recientemente para frenar aún más la propagación del virus.
“Estoy orgullosa de poder desempeñar un papel importante en la lucha contra la COVID-19”, dice Roya, de 20 años, concentrándose en sus puntos de sutura. “Cada máscara que hago, pienso que tal vez yo o alguien que conozco la usará, así que me aseguro de que sea de la mejor calidad posible”.
Roya trabaja en un taller de sastrería en el asentamiento de refugiados de Sarvestan, en la provincia de Fars, al sur de Irán, junto con otras 50 mujeres refugiadas. El taller fue creado por la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y posteriormente ampliado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA). Su línea de producción fue cambiada al comienzo de la pandemia para fabricar mascarillas higiénicas, constituyendo así un ejemplo de la participación directa de los refugiados en la lucha contra la COVID-19, pero también sirviendo de ejemplo de los esfuerzos por salvaguardar sus ingresos mensuales.

Desde febrero de 2020, cuando se registraron oficialmente los primeros casos de COVID-19 en Irán, Roya y sus compañeros sastres y modistas refugiados han producido más de 10.000 máscaras al día, las cuales se entregan a los proveedores de servicios sanitarios y humanitarios de todo el país.
Desde el estallido de la pandemia, el ACNUR ha enviado por aire más de 100 toneladas de ayuda médica en apoyo del Ministerio de Salud y Educación Médica de Irán y de la Oficina de Asuntos de Extranjeros e Inmigrantes (Bureau for Aliens and Foreign Immigrants Affairs, BAFIA, en inglés). El PMA también envió más de tres millones de mascarillas quirúrgicas y N95 para ayudar a los trabajadores sanitarios de primera línea en Irán a mantenerse seguros.
Pero todavía se necesita más apoyo, a pesar de que el Gobierno de Irán está haciendo todo lo posible para reforzar las instalaciones y los servicios médicos para luchar contra el virus.
“Hemos trabajado muy duro, incluso durante las vacaciones, para hacer estas máscaras”, dice Roya. “Sólo espero que la gente siga usando las máscaras y tomando las precauciones sanitarias con seriedad, ya que de lo contrario nuestro trabajo es inútil”.
Al igual que en otras partes del mundo, muchas personas en Irán han perdido sus empleos debido al devastador impacto socioeconómico de la COVID-19. Los refugiados, que suelen depender de empleos precarios e informales cuando se trata de generar ingresos, se han visto especialmente afectados. ACNUR estima que el principal sostén de la familia en aproximadamente un tercio de todos los hogares de refugiados en Irán se ha quedado sin trabajo. Muchos refugiados, que ya tenían dificultades para llegar a fin de mes, ahora tienen cada vez más dificultades para valerse por sí mismos.
Roya tenía miedo de perder su única fuente de ingresos. Con sólo 20 años, ella es el principal sostén de su familia. “Mi padre está viejo y enfermo y ya no puede trabajar. Mi madre también trabajaba en el taller de sastrería, pero desarrolló graves problemas en el cuello y la rodilla y ahora no puede trabajar tanto como antes”, explica. “Me siento aliviada de haber podido seguir ayudando a mi familia durante la pandemia”.
Los padres de Roya huyeron de Ghazni, una ciudad del centro de Afganistán, hace unos 30 años, después de que varios miembros de sus respectivos hogares fueran atacados y asesinados por los talibanes. Roya y sus cuatro hermanos nacieron en Irán. Cuando terminó el instituto, Roya quería ir a la universidad para estudiar diseño de moda, pero los costes eran demasiado elevados.
“Yo no he renunciado a mis sueños, pero por ahora, mi prioridad es asegurarme de que mi familia tenga lo suficiente para vivir”.
Hoy, el sueldo que gana ayuda a mantener a sus padres y a sus tres hermanos menores.
Irán acoge a casi un millón de refugiados, en su mayoría afganos que han buscado seguridad tras un conflicto de cuatro décadas en Afganistán. Aunque la mayoría de los refugiados en Irán viven en ciudades, pueblos y aldeas, un 3%, como Roya y su familia, vive en asentamientos de refugiados.
En estos asentamientos de refugiados, el ACNUR y el PMA, en coordinación con la BAFIA, han distribuido artículos de higiene, como jabón y desinfectantes de manos, mascarillas y guantes a los refugiados, para que el mayor número posible pueda mantenerse a salvo en medio de la pandemia de la COVID-19.
“Cuando empezó el brote, todo el mundo estaba asustado y preocupado”, recuerda Amir Roshan, director del asentamiento de refugiados de Sarvestan. “El taller de sastrería no tenía más pedidos de ropa... fue entonces cuando los refugiados vieron la oportunidad de ayudar a la comunidad fabricando máscaras. Al mismo tiempo, pueden seguir obteniendo ingresos para mantener a sus familias”.
Gracias al generoso apoyo de donantes como la Unión Europea (Dirección General de Asociaciones Internacionales) y la República de Corea, se equipó el taller de sastrería y se impartió formación a los refugiados.
ACNUR y el PMA siguen apoyando los medios de subsistencia de los refugiados para que adquieran confianza y habilidades comercializables, lo que les permitirá mantener mejor a sus familias en el país de acogida y, cuando las condiciones sean propicias, en su país de origen.
Around the country, refugees like Roya are joining the fight against COVID-19 in different ways. While some are sewing more masks and protective equipment, others are working tirelessly as nurses to treat COVID-19-positive patients, while yet others are playing a key role in making sure Afghans and the host community have access to the latest information regarding health measures.
En todo el país, refugiados como Roya se unen a la lucha contra la COVID-19 de diferentes maneras. Mientras que algunos cosen más mascarillas y equipos de protección, otros trabajan incansablemente como enfermeros para tratar a los pacientes con resultados positivos en las pruebas de detección de la COVID-19; mientras que otros desempeñan un papel fundamental para garantizar que los afganos y la comunidad de acogida tengan acceso a la información más reciente sobre las medidas sanitarias.
“Deseo un mundo sin COVID-19”, dice Roya, “pero mientras la pandemia esté aquí, produciremos máscaras para ayudar a nuestra comunidad y a los trabajadores sanitarios, para que juntos podamos luchar contra la COVID-19”.
La historia se publicó originalmente en inglés el sitio web del equipo en el país de Irán. Para más información sobre el trabajo de las Naciones Unidas en Irán, visite Iran.UN.org. Para saber más sobre los resultados de nuestro trabajo en esta zona y en otras, visite el informe de la presidenta del Grupo de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible sobre la Oficina de Coordinación del Desarrollo.
















