Las supervivientes lideran el movimiento para acabar con la mutilación genital femenina en los Estados árabes

Dania* tenía siete años cuando una mañana su madre le dijo: “Ven conmigo, tenemos que ir a la panadería” .
Pero esta era una artimaña.
Dania recuerda: “Cuando llegamos a la panadería, mi madre me llevó a la trastienda donde había una vieja estufa. Vi a una anciana con hojillas de afeitar”.
La mujer, conocida informalmente como “cortadora”, estaba allí para extirpar los genitales externos de Dania. Es un procedimiento que se realiza a más de 4 millones de niñas en todo el mundo cada año, la mayoría de ellas menores de 15 años. Este procedimiento se conoce—de forma eufemística—como “circuncisión femenina”. Pero el nombre formal de “mutilación genital femenina”, o MGF, que capta los dolorosos y duraderos efectos de este procedimiento.
“Recuerdo a esa anciana y a mi madre sujetándome. Tardaron unos segundos y vi que la sangre bajaba por mis muslos. La mujer luego me puso carbón en los genitales”.
Dania, que es del norte de Iraq, tiene ahora 53 años. Pero ni siquiera las décadas transcurridas han disminuido el recuerdo. “Lo recuerdo todo. El olor, el dolor, los gritos y la sangre que bajaba por mis muslos”.
La gran pregunta—¿por qué?

A pesar de que provoca un gran trauma, la MGF es frecuente en 30 países de África, Oriente Medio y Asia. No tiene ningún beneficio sanitario y, como informa la Organización Mundial de la Salud, “puede causar graves hemorragias y problemas para orinar, y más tarde quistes, infecciones, así como complicaciones en el parto y un mayor riesgo de muerte de los recién nacidos”. El procedimiento suele realizarse sin anestesia, por un médico, una enfermera, una comadrona o, en muchos casos, un "cortador" local sin formación sanitaria. Está ampliamente reconocido como una violación de los derechos humanos.
¿Por qué, si es tan perjudicial, se sigue practicando tan ampliamente?
Algunos padres consideran que la “ablación” es un requisito previo al matrimonio. En otros lugares, como la región del Kurdistán, muchos consideran que el procedimiento es esencial para proteger el honor de sus hijas. La práctica también refleja el bajo estatus que tienen las mujeres de estas comunidades.
Pero estas amplias explicaciones no son suficientes para gente como Dania. “Incluso hoy, no entiendo por qué tuve que pasar por esta experiencia”, dice. “Mi madre nunca justificó sus acciones ni sintió la necesidad de guiarme en este doloroso proceso”, agrega.
Detener el ciclo del dolor

A miles de kilómetros de Dania vive otra superviviente de la MGF. Y al igual que Dania, el día de su ablación dejó un impacto duradero en ella.
Ifrah es de Somalia. Pero ella huyó de la violencia de su país natal y llegó a Irlanda en 2006. Allí solicitó asilo. A esto le siguió una revisión médica.
“En el hospital no entendían realmente lo que era la mutilación genital femenina”, dice Ifrah. “Me hacían muchas preguntas como: '¿Cómo te has lesionado?' '¿Quién te ha hecho esto?'”.
Lo natural hubiera sido que Ifrah se centrara en construir una nueva vida para sí misma. En cambio, ella decidió intentar salvar a otras personas de la MGF.
“Comprendí que las otras jóvenes refugiadas o solicitantes de asilo no querían hablar [en contra de la MGF]”, dice Ifrah, “así que tomé la iniciativa”. En 2010 creó la Fundación Ifrah para abogar por el fin de la MGF en Somalia.
Considerando la incidencia de la MGF, es posible que la misma se incremente en los próximos años debido a la pandemia. Según UNICEF, es posible que se produzcan dos millones de casos más en la próxima década, ya que la COVID-19 obliga a cerrar las escuelas y a interrumpir los programas que protegen a las niñas.
A Ifrah le preocupa que, durante la pandemia, “la MGF haya aumentado en Somalia, especialmente entre los desplazados”. Lejos de frenarla, la pandemia sólo ha hecho que Ifrah sienta la urgencia de su trabajo. Así, mientras cuida de su hija pequeña, Ifrah también dedica todo el tiempo posible a hablar con los medios de comunicación y a participar en eventos virtuales internacionales para concienciar sobre la lacra de la MGF.
Ahí reside parte de la esperanza de la campaña contra la MGF. Personas de todo el mundo que han sobrevivido a este procedimiento se dedican a combatir y, en última instancia, a acabar con esta práctica.
“Cuando la miro [a mi hija]", dice Ifrah, “siento que nunca permitiré que nadie la dañe. Tenerla me hace más fuerte”.
* Nombre cambiado para proteger la identidad de los entrevistados.
Esta historia se basa en tres artículos publicados originalmente en los sitios web del UNFPA y ACNUR. Apoyo editorial de Elie Baaklini y Paul VanDeCarr de la Oficina de Coordinación del Desarrollo (OCD) en Nueva York.
El UNFPA and UNICEF apoyan iniciativas para acabar con la MGF en la región de los Estados Árabes y en todo el mundo, organizando campañas de comunicación que involucran a los medios de comunicación, a los líderes religiosos y a otras personas influyentes para que se pronuncien contra esta práctica. ACNUR en Somalia está concienciando a los padres jóvenes sobre los riesgos sanitarios y las violaciones de los derechos humanos que supone esta práctica para las mujeres y las niñas.