Ella está criando sola a un hijo y es coordinadora de un nuevo proyecto de servicios sociales para personas con discapacidad en la ciudad de Ashgabat, en Turkmenistán. Ella misma tiene una discapacidad derivada de un trastorno musculoesquelético.
Así ella tiene una vida plena, y ella está abocada a su trabajo.
“Me gastaría mis últimos ahorros en un taxi para no perder nunca un seminario o una formación a la que me invitaran” , dice Tanalova. Su proyecto forma parte de una asociación pública llamada Yenme.
Apenas un mes después de su creación, el proyecto ya atiende a unas 23 personas con discapacidad, ayudándolas a vivir de forma autónoma.
“El punto de inflexión en mi vida fue 2015, cuando [fui a] Kazajistán, mi primer viaje al extranjero para participar en una formación de una semana sobre habilidades de vida autónoma para personas con discapacidad. No esperaba que la formación fuera impartida por personas con discapacidades como yo. Me sorprendió gratamente ver que las personas con discapacidad pueden ser parte del cambio”, dice Tanalova.
También viajó a Tayikistán en 2017 para participar en otra formación sobre el desarrollo del potencial de las mujeres con discapacidad. Aprovechando todas las oportunidades locales para mejorar su educación y desarrollar su capacidad para vivir de forma autónoma como mujer con discapacidad, empezó a participar en actividades con Yenme.
La experiencia la cambió. “Me di cuenta de que podía hacer más por mí misma y por otras personas”, dice Tanalova, quien más tarde aceptó un puesto de trabajo en la asociación. “Este puesto fue un regalo de Dios para que me diera cuenta de mi potencial de ser útil a otras personas”.
El nuevo proyecto para personas discapacitadas, financiado en parte por el PNUD en Turkmenistán, es uno de los 12 nuevos servicios sociales que se han puesto a prueba en el marco de un programa conjunto de las Naciones Unidas y Turkmenistán, que incluye a UNICEF, el PNUD, UNFPA y UNODC. Mientras que el proyecto de Tanalova se dirige a las personas con discapacidad, se ofrecen otros servicios sociales comunitarios para niños y niñas sin atención parental, jóvenes en situación de riesgo, mujeres que sufren violencia de género y embarazos no deseados, personas mayores que viven solas y personas con enfermedades crónicas. El trabajo lo llevan a cabo las entidades de la ONU participantes y sus asociados en Ashgabat y otras regiones.
“Este servicio social se diseñó de forma que las personas con discapacidades no fueran a parar en una institución y recibieran el apoyo necesario para superar las situaciones difíciles de la vida con el apoyo de un asistente personal y darse cuenta de su propio potencial”, añade Timur Dosmamedov, director del componente del PNUD del Programa Conjunto de Servicios Sociales de la ONU en Turkmenistán.
Una persona discapacitada que necesite servicios de asistencia personal puede solicitarlos directamente ante Yenme, o los especialistas en trabajo social pueden remitirla a este servicio. Tanalova y su equipo evalúan las necesidades individuales junto con el posible usuario del servicio y los especialistas pertinentes en áreas como la salud familiar o la de ocio y fitness.
La vida autónoma es un movimiento mundial de las personas discapacitadas que trabajan por la igualdad de oportunidades, la autodeterminación y el respeto a sí mismas. El equipo de Tanalova en Yenme está probando cómo podría funcionar este enfoque en Turkmenistán con servicios ofrecidos por organizaciones de la sociedad civil.
La esperanza es que el éxito de este proyecto piloto ayude a los responsables de la toma de decisiones no sólo a servir a las personas con discapacidad, sino también a convertirlas en participantes activos en el proceso de cambio.
Al fin y al cabo, dice Tanalova, “si no tienes una discapacidad, no puedes ver ni sentir todos los aspectos de nuestros problemas cotidianos”. “Somos los únicos expertos de nuestras propias situaciones”.