Continuidad del aprendizaje en medio de la crisis del coronavirus en Mozambique
Para Rafina, una niña de 13 años de Beira, una de las ciudades más grandes de Mozambique, la sensación le resulta familiar. Sólo ha pasado un año desde el paso del ciclón Idai, y de nuevo su escuela está cerrada. Esta vez, sin embargo, no hay edificios que se derrumban, calles inundadas y gente desesperada. El nuevo coronavirus (COVID-19) se coló en Mozambique en silencio, pero podría tener un impacto mucho más devastador en la vida de Rafina y en la de todos los niños y niñas mozambiqueños que cualquier otra catástrofe anterior.
Al igual que en 191 países de todo el mundo, donde hay 1.570 millones de alumnos afectados, casi 15.000 escuelas y universidades de Mozambique están cerradas desde el 23 de marzo, afectando a más de 8,5 millones de estudiantes. Se trata de una decisión necesaria que muy probablemente salvará miles de vidas, pero que tiene un alto precio.
Basándonos en las recientes lecciones aprendidas con el cierre de escuelas en respuesta al ébola, sabemos que cuanto más tiempo permanezcan los niños y niñas fuera de la escuela, menos probable será que vuelvan a ella, aumentando el riesgo de que caigan en el analfabetismo. En Mozambique, donde ya más de un tercio de los estudiantes abandonan la escuela antes del tercer grado y menos de la mitad completan la escuela primaria, el impacto de la pandemia sobre los resultados del aprendizaje podría ser catastrófico.
Esto es especialmente cierto para niñas como Rafina, cuyas familias viven en la pobreza. En todo el mundo, la presión sobre las familias durante las emergencias suele ser tan alta que muchas se ven obligadas a enviar a sus hijos a trabajar, como estrategia de supervivencia, o a casar a sus hijas de forma prematura. Como resultado, la infancia se ve truncada, se abandona la escolarización y se comprometen los derechos fundamentales. Cuando los niños y niñas no van a la escuela, se vuelven más vulnerables y corren un mayor riesgo de sufrir abusos y explotación.
Consciente de este contexto crítico, el Ministerio de Educación y Desarrollo Humano (Ministry of Education and Human Development, MINEDH, en inglés), con el apoyo de la comunidad humanitaria, consiguió después de los ciclones que las clases continuaran en "espacios temporales de aprendizaje", levantando tiendas de campaña escolares. Esta vez, la naturaleza de la emergencia es diferente a todo lo que hemos visto antes, ya que los niños y niñas ni siquiera pueden reunirse en el mismo lugar. En consecuencia, la respuesta debe ser también muy diferente: los "espacios temporales de aprendizaje" deben ser virtuales.
El MINEDH, con el apoyo del Ministerio de Salud, está trabajando con las Naciones Unidas, el Banco Mundial, los principales organismos bilaterales y otros asociados cooperantes en la exploración de formas alternativas e innovadoras para garantizar que el aprendizaje pueda continuar a distancia. Una tarea fundamental de cualquier sistema de aprendizaje a distancia es apoyar la capacidad de los profesores para mantenerse en estrecho contacto con sus alumnos a pesar de encontrarse físicamente distantes. Para la mayoría de los niños y niñas, las radios comunitarias serán el medio más accesible, pero también podrían implementarse otras oportunidades complementarias de aprendizaje a distancia, como la televisión, las plataformas digitales o los programas de recuperación y aceleración. Para que sean funcionales, todas estas iniciativas requerirán una sólida coordinación y sistemas eficaces de seguimiento y apoyo, que ayuden a evitar el aumento de las desigualdades en el sistema educativo.
El MINEDH, junto con sus asociados en materia de educación, está liderando el camino para garantizar que se atiendan las necesidades de los más vulnerables, como los niños y niñas con discapacidades o los desplazados a causa de los ciclones del año pasado. Se están adaptando los programas de aprendizaje a distancia, para que ningún niño ni ninguna niña se quede atrás. Para muchos niños y niñas como Rafina, que en tiempos normales recibían su comida principal en la escuela, las nuevas formas de organizar la alimentación escolar podrían eliminar parte de la presión económica sobre sus familias y actuar como incentivo para que los niños continúen su educación a distancia.
Aunque nadie puede predecir cuánto tiempo se prolongará esta situación, la Unión Africana recomienda planificar con antelación el eventual regreso a las aulas para garantizar que las escuelas reactivadas ofrezcan un entorno seguro, limpio e higiénico para que los niños vuelvan.
Incluso a su corta edad, Rafina ya ha experimentado más emergencias que muchos de nosotros a lo largo de nuestra vida. Lo mejor que se puede hacer para que ella y su familia sean más resistentes a futuras catástrofes es ayudarla a recibir una educación sólida. Para ello, las Naciones Unidas y el Banco Mundial seguirán apoyando al MINEDH, a los profesores, a las comunidades y a los padres.
Para ver el artículo publicado originalmente en inglés, visite la publicación en el blog del Banco Mundial.