Buenos vecinos: en Brasil, las comunidades más afectadas reciben ayuda de los voluntarios, y de las Naciones Unidas
Nuevo idioma, nueva forma de vida
Todos los jueves, Jennifer Barros va a Rondon 3, un campo de refugiados en el norte de Brasil cerca de la frontera con Venezuela. El campamento alberga a 844 refugiados y migrantes venezolanos, y Jennifer enseña portugués allí.
Kaleth Colmenares, de 12 años, siempre está esperando a Jennifer en la escuela. En febrero pasado, él comenzó a asistir a una escuela pública brasileña y aún se estaba adaptando al nuevo idioma, cuando la pandemia de COVID-19 golpeó. Ahora, una vez a la semana, Kaleth recibe sesiones de tutoría en varias materias, sobre todo en portugués.
En el pasado, Jennifer dio clases en escuelas públicas; posteriormente, ella encontró la manera de unir sus pasiones por los idiomas y por las culturas. Es así como comenzó a trabajar en Súper Panas, o “Super Friends” (Súper Amigos, en español), una iniciativa de UNICEF y el Instituto Pirilampos, en la cual Jennifer enseña portugués y coordina actividades recreativas para niños y niñas venezolanos.
El cambio de enseñar en una escuela a enseñar en un campo de refugiados fue "un shock" al principio, reconoce Jennifer. “Necesitamos desarrollar diferentes enfoques para captar la atención de los estudiantes. No solo somos maestros, somos trabajadores sociales”.
Antes de la pandemia, “las clases eran vibrantes y alegres, y construiamos un fuerte vínculo con los estudiantes. Cuando comenzó la pandemia, el mayor desafío fue evitar el contacto personal con los estudiantes ”, dijo Jennifer. Los maestros no solo ya no podían darles un abrazo a los estudiantes para darles la bienvenida a la clase, sino que tenían que cumplir con las estrictas medidas de seguridad asociadas a COVID-19. No obstante, el vínculo entre profesores y alumnos se mantiene.
Kaleth persevera en la completación de sus tareas escolares y valora los esfuerzos de Jennifer. “Me gusta que los maestros me ayuden porque quieren que aprenda”, dice. "Y a la maestra Jenni le gusta cuando escribo maravillosamente".
Trabajando para sobrevivir, día tras día
Hace dos años, Débora Rodrigues estaba haciendo una pasantía en una agencia de la ONU en Austria y no podía imaginar adónde la llevaría el destino. Cuando le ofrecieron un puesto en el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en su país de origen, Brasil, así que ella tomó su mochila y cruzó el mundo. Ahora Débora es la coordinadora de la oficina del UNFPA Brasil en Manaus, donde lidera el equipo humanitario en el estado norteño de Amazonas durante la pandemia de COVID-19.
En ese rol, coordina la respuesta a la crisis entre los migrantes y refugiados, con un enfoque en la salud sexual y reproductiva y la prevención de la violencia de género.
Si eso no fuera suficiente, ocurrió otra emergencia dentro de la existente. En enero de 2021, el sistema de salud de Amazonas colapsó y la capital enfrentó una escasez en su suministro de oxígeno. Débora dirigió la respuesta de emergencia del UNFPA para enviar 60 cilindros de oxígeno a la instalación de maternidad local, donde los bebés y las mujeres embarazadas necesitaban ayuda. La donación fue significativa, pero la necesidad sigue siendo grande. “Hay muchos bebés prematuros y mujeres embarazadas con COVID-19 en las instalaciones”, informa Débora, “y se necesita oxígeno para los procedimientos obstétricos”.
“Hemos estado trabajando para sobrevivir, día tras día”, informa. El trabajo es duro pero inspirador. [Ahora] Soy otra persona”, dice. “Me siento realizada y realmente creo en lo que hago”, acota Débora.
Solidaridad estudiantil
Laranjal do Jari es una ciudad en el extremo norte de Brasil, que sirve de hogar a unas 50.000 almas. Una de ellas es Estephany Oliveira, de 22 años. Estaba en la universidad en otra parte del estado en marzo de 2020 cuando se cancelaron las clases debido a la pandemia de COVID-19. Las clases no se reanudaron hasta noviembre, e incluso entonces, solo eran en línea.
A Estephany le pareció injusto que algunos estudiantes pudieran continuar sus estudios en línea, mientras que otros no pudieron lograrlo, especialmente en los casos de aquellos que forman parte de los pueblos indígenas en las zonas rurales de escasos recursos, donde el servicio de Internet es irregular.
“Yo me preguntaba cómo se las arreglarían estas personas ahora [durante la pandemia]”, recuerda haberle dicho a sus amigos. "Debemos hacer algo." Juntos, estos grupos de amigos lanzaron el proyecto Solidarity Laranjal (Solidaridad Laranjal, en español) para ayudar a las familias que afrontan dificultades. Además de Estephany estaban Clélio Monteiro, Éder Serrão, Julison Pinheiro, Leandro Araújo, Maiki Willyson, Maylon Andrei, Natangilson Moraes y William Júnior, un grupo de jóvenes entre 22 y 27 años de edad.
Con una lista de las familias más necesitadas de la zona, estos jóvenes colaboradores visitaron los hogares, tomaron notas sobre sus necesidades y comenzaron un esfuerzo de financiación colectiva. La primera cantidad recaudada fue de USD$ 18 junto a algunos alimentos, que combinaron con algo de su propio dinero para comprar más comida.
Para inspirar confianza, los estudiantes recibieron las donaciones en las instalaciones de una iglesia. También colocaron cajas de donaciones en los supermercados. Promovieron esta iniciativa en Instagram Facebook. Además, usaron las redes sociales para establecer un registro de compras para donantes y compartir fotos de cupones para alimentos.
Desde que se realizó la primera entrega el 14 de mayo, el grupo ha entregado 186 cupones de alimentos, mascarillas y suministros de desinfectante de manos, junto con información sobre la prevención de COVID-19 y un número de WhatsApp, a través del cual las personas podrían nominar a otras familias o pedir ayuda.
La comida fue entregada a través de distintos medios de transporte, los cuales incluyeron un automóvil, una embarcación a motor (conocida como "catraia" en portugués), e incluso en una canoa, con la cual remaron hasta un barrio de Laranjal do Jari. La Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS) adquirió más de 4.000 cupones de alimentos (por medio de fondos de los gobiernos estatales), los cuales fueron distribuidos por la Rede Amapá Solidário (Red de Solidaridad Amapá, en español), que tiene varios asociados, como Solidarity Laranjal.
Los estudiantes ahora planean hacer otras compras de alimentos y brindar nuevos servicios, como brindar ayuda con la preparación de exámenes y organizar lecciones de inglés, y días de actividades para niños y niñas. Inspirada por sus propios padres, quienes siempre ayudaron a los necesitados, Estephany dice: “Todos podemos ayudar de alguna manera”.
Producido y traducido por el Centro de Información de las Naciones Unidas en Río. Escrito por Ester Correa Coelho (UNICEF Brasil), Fabiane Guimarães (UNFPA Brasil) y Lívia Alen (UNOPS Brasil). Editado por Paul VanDeCarr, Oficina de Coordinación de Desarrollo. Para obtener más información sobre el trabajo del Equipo de País de las Naciones Unidas en Brasil, visite: Brazil.UN.org.