Las personas mayores en Lesotho libran una batalla cuesta arriba para sobrevivir a la COVID-19

Para la hermana Juliet Lithemba, el año pasado ha sido “nada corto de gracia y misericordia de arriba”, como ella lo explica. La residente de 77 años del convento Monte Real de las Hermanas de la Caridad de Ottawa, ubicado en el distrito de Leribe, en Lesotho, no sabía mucho sobre la COVID-19 hasta que su casa del convento y sus hermanas se infectaron con el mortal virus.
Ella ha dedicado su vida en esta hermandad al servicio religioso desde 1964, año en que tenía a penas 20 años. Durante los 47 años de dedicación, nunca había visto tantos estragos provocados por una enfermedad como la COVID-19.
La hermana Lithemba fue una de las primeras personas en ser identificadas como un caso confirmado en mayo de 2020 en su convento; para entonces ella había pensado primero que se trataba de un resfriado. “No me sorprendió que tuviera síntomas parecidos a los de la gripe porque toda mi vida he tenido problemas con el resfriado común”, dice.

Su estado no mejoró con el paso de los días sino hasta que visitó el Hospital Motebang, una instalación sanitaria a pocas cuadras del convento, para recibir tratamiento. La enfermera que la asistió ese día le dijo que se hiciera una prueba de la COVID-19. Después de dar positivo en la prueba para el virus, la hermana Lithemba fue trasladada al hospital de Berea para su aislamiento y seguimiento. Recibió oxígeno todos los días durante 18 días.
“Incluso me enseñaron cómo operar la máquina de oxígeno. Seguro que iba a ser una larga estancia en el hospital. Esto lo aprendí con el paso de los días”, dice. Justo enfrente de su cama estaba su compañera, otra hermana del convento, quien estaba teniendo dificultades para respirar, comer o incluso beber agua. “No podía tragar ni retener nada”, dice la hermana Lithemba. Más tarde, su vecina murió.
El virus se había extendido tanto que cada dos días se llevaba a una monja a la clínica privada más cercana para recibir oxígeno. La mayor de las hermanas tenía 96 años.
En total, la casa del convento confirmó 17 casos positivos y tres negativos. Desafortunadamente, de estos casos confirmados, siete personas fallecieron.
“Fueron tiempos difíciles para nosotros. Perdimos demasiados guerreros en esta batalla y la vida nunca volverá a ser la misma”, dice la hermana Lithemba. Ella y otros ocupantes de la casa dicen que no saben cómo o dónde pudieron haberse infectado en su momento.
Después de las incidencias, el hogar de las hermanas contrató a una empresa de limpieza y desinfección, ordenó a todos que se adhirieran a los protocolos asociados a la COVID-19 y que se permitiera que todos sus trabajadores se quedaran en el campus. Sus habitaciones de huéspedes se cerraron temporalmente para tener menos movimiento dentro y fuera de la sede de la hermandad.
“Por el momento, todos tenían que quedarse en sus habitaciones. Hay desinfectantes en cada habitación y en todas las entradas y puntos de salida. Nos adherimos al distanciamiento físico en nuestro comedor y cuando vamos a nuestras oraciones diarias. Hemos sido testigos de la existencia de este virus de la manera más severa y nos estamos tomando muy en serio nuestra seguridad”, dice la hermana Lithemba.
Para proteger a las poblaciones mayores de Lesotho, el gobierno ha estado llevando a cabo una iniciativa conocida como la campaña de comunicación de riesgos y participación comunitaria (Risk Communication and Community Engagement campaign, en inglés). Con el apoyo de la Organización Mundial de la Salud, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia y otros asociados, las autoridades han diseñado mensajes dirigidos a grupos específicos de la comunidad, como los ancianos, las personas vulnerables y los miembros de la comunidad con diversas afecciones, como diabetes e hipertensión arterial.

“Las poblaciones ancianas son particularmente vulnerables a la COVID-19 y se han visto afectadas de manera desproporcionada por la pandemia, ya que tienen el mayor riesgo de contraer la infección por el virus debido al debilitamiento del sistema inmunológico y las condiciones de salud preexistentes”, dice Richard Banda, representante de la OMS en Lesotho.
Es por eso que el equipo de las Naciones Unidas en Lesotho está apoyando actividades de participación comunitaria, especialmente dirigidas a personas vulnerables, organizando reuniones especiales donde se llevan a cabo charlas de promoción de la higiene mientras se observa lo que se debe y no se debe hacer en la pandemia de la COVID-19.
“Al celebrar el Día Mundial de la Salud de este año, debemos intensificar nuestro trabajo para lograr la Cobertura Sanitaria Universal, e invertir para abordar los determinantes sociales y económicos de la sanidad, abordar las desigualdades y construir un mundo más justo y saludable”, agregó el Sr. Banda.
Lesotho lanzó la campaña de vacunación contra la COVID-19 el 10 de marzo de 2021 y hasta ahora más de 13.000 trabajadores de primera línea han recibido su primera vacuna. “Toda enfermedad necesita una cura, e incluso si esta vacuna no es perfecta, al menos minimiza las posibilidades de muerte y de estar gravemente enfermo. Esa es toda la esperanza que necesitamos”, dice la hermana Lithemba.
Ella ahora tiene en cuenta todas las medidas preventivas para reducir la tasa de contagio hasta que el país tenga el control de la pandemia.
Como una de las sobrevivientes de la COVID-19, la hermana Lithemba insta a las autoridades a aprovechar los recursos para permitir que los equipos de participación comunitaria visiten todos los rincones de los distritos. Esto, dijo, debería centrarse en llegar a todos, incluidas las áreas de difícil acceso.
Producido por ONU Lesotho. Escrito por Reitumetse Russell, Coordinadora Asociada de Desarrollo, Comunicaciones y Promoción del Programa. Apoyo editorial de Paul VanDeCarr, Oficina de Coordinación del Desarrollo. Para obtener más información sobre el trabajo del equipo de las Naciones Unidas en Lesotho, visite: Lesotho.UN.org.
















