Al fin en casa: Para los refugiados en Kenya, pasar de refugios temporales a casas recién construidas hace una gran diferencia
Kika se para fuera de su puerta y saluda a sus vecinos antes de abrir la puerta azul que conduce a su sala de estar. En el otro extremo hay un televisor que funciona con energía solar, cuidadosamente rodeado por un grupo de asientos de plástico. Desde que se completó su nueva casa hace casi un año, la vida de Kika ha cambiado para mejor.
“Esta casa me hace sentir humana y digna. Me hace sentir como en casa aunque estoy en otro país”, dice mientras se sienta a ver la televisión.
Cuando llegó a Kenya hace cuatro años desde la República Democrática del Congo, Kika, madre de tres hijos, no tenía nada más que esperanza. Al igual que a otros refugiados recién llegados, se les brindó refugio de transición en el asentamiento de Kalobeyei en Kenya, que alberga tanto a refugiados como a habitantes locales.
Durante tres años, Kika y su familia de cinco vivieron en una casa temporal hecha de lona plástica y láminas de hierro. Pero en esa casa había problemas, explica Kika. “Los ladrones cortarían la hoja de plástico para robar”.
Ahora que llegó su turno, Kika convirtió su refugio transitorio en una casa de piedra utilizando el efectivo que recibió en su cuenta bancaria en el marco de un proyecto de intervención en efectivo de la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados (UNHCR / ACNUR). La nueva casa de Kika tardó menos de 14 días en construirse, gracias a hábiles albañiles, que son refugiados, y a la comunidad de acogida circundante. Su puerta y ventanas de color azul brillante, junto con la terraza extendida, hacen que su casa se destaque en el vecindario.
El efectivo para la construcción de casas y letrinas se desembolsa en cuotas. El proceso permite a los refugiados negociar directamente con los proveedores y albañiles locales para obtener mejores precios. Los ahorros obtenidos en el proceso de construcción se utilizan principalmente para mejorar las casas y comprar artículos esenciales como ropa y zapatos.
El asentamiento de Kalobeyei fue inaugurado en 2015 por ACNUR y el gobierno de Kenya para aliviar el hacinamiento en el cercano campamento de Kakuma.
El coordinador principal de operaciones de ACNUR, Kahin Ismail, dice que el programa tiene dos beneficios: “Brinda oportunidades económicas para los refugiados, que obtienen un hogar, y para la comunidad de acogida, porque la mayor parte o incluso todo el dinero se localmente en materiales de construcción y mano de obra cualificada”.
Además del dinero en efectivo para la vivienda, ACNUR distribuye dinero en efectivo a todos los refugiados en Kalobeyei para cubrir necesiades básicas como la compra de enseres básicos como jabón e insumos sanitarios. Este efectivo es fácilmente accesible desde los agentes bancarios locales en el asentamiento.
“Recibimos dinero mensualmente de ACNUR para comprar jabón”, Kika indica. “Mi primera prioridad es siempre comprar jabón que le dure a mi familia un mes”.
Hasta la fecha, más de 7.700 familias de refugiados en el asentamiento de Kalobeyei tienen cuentas bancarias abiertas en el marco del programa. Más de 3.000 viven en las casas construidas a través del programa y otros 1.500 están en proceso de convertir sus refugios temporales en casas.
Ahora, el programa de efectivo se está extendiendo al campo de refugiados de Kakuma a mayor escala. ACNUR, en asociación con un banco local, está abriendo cuentas bancarias y emitiendo tarjetas de cajero automático para los 37.500 hogares de refugiados que viven en Kakuma.
Allí, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) desembolsa fondos a través de vales o banca móvil para que los refugiados puedan comprar alimentos. Estos fondos complementan las raciones de alimentos en especie distribuidas a los refugiados. En Kalobeyei, las personas reciben el 100% de sus raciones de alimentos mensuales en forma de efectivo depositado directamente en sus cuentas bancarias.
“Cuando los refugiados llegan a un nuevo país, es probable que haya tensiones con las personas que ya viven allí, la comunidad de acogida”, dice Kahin Ismail del ACNUR. “Hay diferencias de cultura, idioma, estatus. La principal preocupación es la competencia por puestos de trabajo y recursos. Es importante explicar cómo todos se benefician si hay buenas relaciones entre las personas”. Es por eso que el programa del ACNUR hace que los refugiados contraten tanto a locales como a otros refugiados para construir sus hogares.
La misma idea se aplica en un proyecto agrícola patrocinado por el PMA y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), que reúne a agricultores de las comunidades de refugiados y de acogida para cultivar alimentos para la población del asentamiento de Kalobeyei.
Los refugiados pueden usar otros fondos de libre disponibilidad para otras necesidades domésticas más allá de los enseres del hogar, letrinas y artículos básicos de uso diarios.
Kika tiene algunas ideas sobre qué comprar. “Tengo una cuenta que abrí en octubre”, dice. “Quiero ahorrar lo suficiente para comprar un refrigerador y una motocicleta que usaré para iniciar un negocio”.
Desde afuera, esta lista de deseos puede parecer simple. Pero para Kika, una tarjeta de cajero automático es más que un simple trozo de plástico. Significa la oportunidad de un futuro mejor.
Producido por ONU Kenya. Escrito por Samuel Otieno, ONU Kenya, con el apoyo editorial de Paul VandeCarr, Oficina de Coordinación del Desarrollo. Para conocer más sobre el trabajo que se lleva a cabo en el país, visite: https://kenya.un.org/.